El problema de la vivienda en España
José Antonio Salvador Polo
La vivienda, un problema fácil de explicar, pero parece difícil de entender
Si un barrio o una ciudad dispone de 100.000 viviendas para alquilar (o vender) y hay una necesidad de 120.000, siempre habrá un déficit de 20.000 viviendas y no hay otra posibilidad de resolver esta demanda si no es poniendo en el mercado 20.000 viviendas. Y si las 100.000 viviendas son de propietarios particulares las alquilarán a las personas con mayor capacidad económica y se quedarán fuera las personas con menor solvencia. Fácil de explicar, pero parece que es difícil de entender.
Con la situación actual de divergencia entre las rentas de alquiler y salarios, hay un sector de población para el cuál el mercado no puede satisfacer sus necesidades de viviendas. Por consiguiente, el único modo de resolver este dilema es poner más viviendas en el mercado, especialmente a bajo precio. Porque si hay carencia de viviendas, ni el control de precios, ni las bienintencionadas leyes y decretos, ni siquiera los bonos, avales o el aumento de salarios pueden resolver este grave problema. Todas estas actuaciones son formas de hacernos trampas en el solitario.
En los últimos 15 años ha habido una dejadez absoluta por parte de las instituciones públicas en construir o hacerse con viviendas asequibles. Para quitarse de encima sus responsabilidades, ciertos sectores interesados han elaborado un engañoso relato acusando a los propietarios de buitres y especuladores. Pero lo cierto es que la obligación de satisfacer el derecho a la vivienda no es de los particulares, sino del Estado en su conjunto.
La cuestión se resume en que, en los últimos años, ha habido un crecimiento muy pronunciado de la demanda y, sin embargo, la oferta apenas ha respondido porque se construyen menos viviendas de las necesarias.
La demanda de vivienda ha aumentado
Las necesidades latentes de viviendas han crecido en los últimos años principalmente por dos razones: la población en España se ha incrementado como consecuencia de la alta inmigración y el número de hogares ha experimentado un drástico cambio sociológico, habiendo aumentado el número de hogares unipersonales y monoparentales: personas viudas, separadas, solteras y en parejas, familias nucleares y monoparentales, etc. A estos dos factores añadir otros con menor incidencia, como la demanda generada por el turismo de plataforma en ciertas zonas céntricas de las grandes ciudades, el incremento de estudiantes universitarios, etc.
Esto hace que las necesidades se concentren en la oferta de apartamentos, o en las viviendas de uno o dos dormitorios, de las cuales, por razones históricas, no tenemos un parque muy extenso.
La oferta no llega a satisfacer las necesidades
Por el lado de la oferta, la tipología heredada mayoritariamente consiste en viviendas con programas relativamente amplios, ya que los hogares que nos precedieron lo formaban familias más extensas que las actuales. Muchas personas mayores, viudas o parejas de jubilados, viven en sus originales viviendas familiares, con 3, 4 y hasta 5 dormitorios. Estas, cuando quedan libres, no serán fáciles de segregarlas en varias más pequeñas, como así ocurre, por ejemplo, en Londres con las viviendas en terrace de época victoriana (imagen). La tradicional tipología de viviendas en bloque que abundan en las ciudades españolas no facilita la posibilidad de desdoblar las viviendas, salvo en casos muy concretos.
Viviendas en terrace, adosadas en hileras, muchas de ellas segregadas en varios apartamentos
Hay dos vías principales para resolver el problema de la vivienda asequible: a corto plazo sacando al mercado las viviendas deshabitadas, y a medio y largo plazo construyendo viviendas económicas.
Colaboración público-privada
A la vista de la falta de financiación disponible desde las administraciones públicas para resolver el problema de la vivienda asequible, queda la alternativa de pactar con el capital privado, aunque para ciertos sectores del Gobierno, esta colaboración les suponga tragar sapos y culebras. Lo contrario es la inanición, que es lo que está sucediendo.
Se sabe que las administraciones disponen de mucho suelo inmovilizado en buenas condiciones urbanas lo cual, en esta situación de precariedad, es una falta de solidaridad tan grave como disponer una vivienda vacía sin arrendar. Nos referimos a terrenos de los cuarteles y del ADIF no utilizados, a los solares que los ayuntamientos han recibido de las cesiones obligatorias de edificabilidad o para proveer de dotaciones, al suelo que asumió el SAREB, etc. Todo este suelo puede salir al mercado mediante acuerdos de cesión temporal con derecho de superficie (concesión demanial). En este patrimonio público se pueden construir viviendas por empresas privadas que, al no tener que costear el suelo, saldrían en alquiler por un precio bastante más económico que las que produce el mercado. Calculo que podrían sacarse en torno a un 30% más barata, que es en lo que se valoró el suelo de media. Las cesiones se harían con condiciones de reversión en un plazo determinado y con una renta asequible y pactada (precio tasado). Transcurrido ese periodo el suelo y las viviendas pasarían a formar parte del patrimonio público de viviendas sociales, de tal modo que, sin poner un euro, en unos pocos años dispondríamos de un parque público de viviendas sociales por tiempo indefinido. Este tipo de concesiones demaniales ya se implementaron con la red de telefonía o la de ferrocarriles, y se sigue haciendo con infraestructuras como autopistas o embalses.