Siempre me produce cierta desazón el viejo dicho de que “cada pueblo tiene el gobierno que se merece” y Europa, a la que podemos considerar con una gran generalización, como un gran pueblo, el europeo, no queda al margen de esta desazón, aun teniendo en cuenta las diferencias entre países, culturas y contextos políticos. Una parte de mí siente que es injusto, sobre todo cuando veo la distancia abismal que hay entre las promesas electorales y las preocupaciones de los políticos a pie de calle cuando se trata de conseguir el voto del ciudadano, y la realidad de la gestión pública después. Otra parte de mí asume que nos lo merecemos por dejarnos engañar -en la era por excelencia de la comunicación y la información- por no reaccionar ante las corrupciones y otros flagrantes atropellos de la legalidad y de la ética, asumiendo que son gajes de la política y que todos los partidos y países democráticos se sirven en alguna medida de la manipulación, el fraude y el todo vale.
La Unión Europea debe avanzar firmemente hacia una realidad más allá de la prioridad de los temas económicos; ha de establecer mecanismos ágiles y eficaces para que los países miembros deban rendir cuentas, de verdad, de sus ataques a la separación de poderes, recortes democráticos, falta de transparencia de las instituciones, etc. Urge también una mayor pedagogía del trabajo común y de sus representantes, o los eurodiputados seguirán siendo unos políticos privilegiados en el Olimpo europeísta.
Pero no avanzaremos mucho si lo fiamos todo a una carta; la ciudadanía no debe cerrar los ojos y creer que la democracia es la vacuna que nos guarda de todos los males -basta recordar que el monstruo de Hitler llegó al poder democráticamente-, y que bajo el amparo democrático cabe la insensatez, el narcisismo egocéntrico y hasta la locura de los gobernantes. La gravedad está en que se perdone y se aliente el uso torticero de palabras como verdad, coherencia, honradez, ejemplaridad, y que, como la democracia, se van quedando vacías de significado, manoseadas a conveniencia de las ideologías. La democracia liberal tal y como la conocemos en Europa, corre el riesgo de quedar al pie de los caballos, con nuevas caras fascistas, ¿cuántos líderes “demócratas” se han subido al carro del autoritarismo, el caudillismo y el cierre de filas en el partido segando cualquier atisbo de crítica? Hitler vio en los judíos la cabeza de turco para elegir un enemigo común que le facilitase el que los alemanes se uniesen y se sintieran agradecidos con “el salvador” mientras éste se hacía con las instituciones, recortaba libertades e imponía su visión del mundo a su imagen, como un dios ario, ¿cuál o quiénes son y serán la cabeza de turco en la Europa de 2023, 2024…, los inmigrantes, los islamistas, los nacionalismos, la globalización, los desastres económicos, las pandemias…?
Frente al divide y vencerás, Europa debe apostar por el une y convencerás. Los ciudadanos europeos tenemos la responsabilidad individual y colectiva de no delegar todo en los políticos. Si las redes sociales están instalando el reino del todo vale y las fake, usemos las redes para desmontarlas desde el no silencio. Instemos a las universidades, a las instituciones e intelectuales “independientes”, a los profesores de todas las áreas de la educación a utilizar su poder de comunicación, de pedagogía… para contagiar el espíritu crítico en la sociedad desde la pantalla de nuestro ordenador o móvil, en nuestro ámbito de influencia, valorando el humor y la crítica inteligente, la creatividad en lugar de la zafiedad y la queja repetitiva o la viralización automática de absurdos y superficialidades que alimentan tantos intereses oscuros. El mundo vive en un bucle como los hámster en la rueda; seamos responsables a golpe de clic con una pequeña reflexión, una pregunta, una duda; conjuremos entre todos la manipulación más grosera de los medios, confiemos en que un pequeño ejercicio de pensamiento pueda ir fortaleciéndonos individual y socialmente.
Solo podremos hacer frente a los desvaríos extremistas de cualquier signo, o al atropello de los que estarían encantados con que Europa se convirtiera en una marioneta rota, encarando los problemas con fortaleza, como ciudadanos unidos por un sentir europeo de convicciones abiertas, pero no bobaliconas, -tonterías las justas con los extremismos y la tolerancia de la intolerancia- y ningún apoyo al acomplejamiento de las leyes, que no es otra cosa que la manifestación del puro miedo.
No vendrá la fortaleza solo de los políticos en estos momentos tan “líquidos” en los que importan más los votos que aquellos que los depositan en las urnas; que importan más las ideologías y el futuro político de los partidos que el presente y futuro de los ciudadanos y las naciones mismas. No, somos los hombres y mujeres de todos los rincones de Europa, sí la vieja y decadente Europa, la valiosa y sólida Europa, los que tenemos la obligación y el privilegio de sacarnos adelante, y sí, con las TIC como espada para presentar batalla a la manipulación del descontento: por parte de las derechas, las izquierdas, los centros, las religiones, el capitalismo especulativo, las sectas del miedo… Si queremos que nuestros sistemas de representación mejoren, debemos primero desearlo; si queremos exigir, exijámonos; si queremos fortalecer la democracia, hagámonos fuertes en nuestro ámbito de acción, porque sin participación, sin convicción, seremos simples hámster en una rueda, y Europa se convertirá en un parque temático, siempre dependiente de que el volumen de visitantes nos permita sobrevivir, siempre con miedo a que las cíclicas crisis o las pandemias atroces nos obliguen a cerrar la instalación, y con la mente en bancarrota nos veamos cada vez más a merced de la nostalgia improductiva, y caigamos en el peligro de querer frotar la lámpara maravillosa para pedir los deseos al Genio populista que en ella habita.
Europa tiene edad suficiente para recordar y sabiduría bastante como para avanzar con inteligencia y no de la mano de recetas milagrosas, pero eso sí, desconfiando del uso de “las emociones”, palabra siempre presente, actuando en la sombra como mantra de los jefes de comunicación y asesores que mueven la política desde las bambalinas. Las emociones se están volviendo demasiado peligrosas…
La guerra de Ucrania, (que les hablen a los muertos de tecnicismos, que no es una guerra que es una invasión) ha espoleado al mundo entero. Todos los continentes están en el tablero del juego, todos los países de una u otra forma afectados, pero Europa y de manera especial la UE han tenido que mover ficha y enfrentarse a sus fortalezas y debilidades. Nunca ha estado la geopolítica tan presente en la vida de los ciudadanos y por ello estamos obligados a interesarnos por ella, para comprender, apoyar o criticar las medidas que se adopten y de las que se derivarán consecuencias, sí o sí, para el presente y futuro de nuestras sociedades.
Solo podrá fortalecerse la democracia con una ciudadanía responsable.